sábado, 9 de enero de 2010

Inercia de la parálisis

Hay ocasiones en las que estamos más sensibilizados, ocasiones en que nuestros sentidos, liberados, nos permiten conocer más de nuestro entorno, sentirlo sin que nada nos interrumpa, sin ruidos, sin distracciones internas. Los artistas los llaman momentos de inspiración, presencia de la musa benevolente, instantes en que los bloqueos desaparecen y se desata la creatividad, la necesidad de construir, de comunicar.

Creatividad. La capacidad de tomar elementos existentes para crear algo nuevo. El escritor no inventa las palabras; éstas ya existen, él sólo tiene que unirlas, orquestarlas en una composición que transmitirá algo al lector, que estimulará su imaginación y, quién sabe, quizás hasta le lleve a su momento de inspiración, esa chispa que realimente el círculo de la creación.

Me es difícil comprender por qué a veces no puedo percibir las cosas de la misma manera, por qué en ocasiones eventos que deberían traer alegría pasan inadvertidos, opacados por el día a día, la rutina insensibilizadora, el constante mecanismo de reloj que me hace seguir casi por inercia. Por momentos me detengo, conciente del rumbo perdido, pero continuando aún en el ciclo, incapaz de romperlo.

De repente, sin esperarlo, en un momento cualquiera (o al menos no soy capaz de percibir qué diferencia ese momento de los demás), llega el destello de iluminación: siento con mayor intensidad mi entorno, me arrepiento de lo insensible que fui en tal o cual momento, me disculpo conmigo mismo, me prometo enmendarlo, no hacerlo de nuevo, y el mundo se vislumbra como un mejor lugar. Momento de creación, instante de inspiración. Al menos durante ese instante. Después, todo sigue su curso normal. La misma insensibilidad. Como si de repente, sin darme cuenta, me hubiera bajado del tren que me llevaría a ese destino anhelado.

Tal vez miento. Tal vez no me es difícil comprenderlo. Tal vez es simplemente la costumbre. El miedo a fallar, al fracaso, a la frustración. Miedo a ser vulnerable. Miedo a no ser lo que quiero llegar a ser. Miedo a intentarlo. Miedo.

Es definitivo que el miedo, al menos ese miedo irracional que nos detiene, ese inhibidor de los sentidos que nos mantiene en la inercia de la parálisis, es el instigador que nos convierte en nuestros peores enemigos.


Escrito inicialmente el 28/09/2008,
corregido y revisado una y otra vez, hasta hoy.
Cruel perfeccionismo, ya nos veremos las caras.

1 comentario:

Ysi Chas dijo...

Es cierto yo también he tenido miedo y me he paralizado por años ...