miércoles, 30 de noviembre de 2011

Capítulos

Mi éxito como escritor de novelas sería muy dudoso. Nunca he sabido cómo cerrar un capítulo, llevarlo a una acción concluyente, un desenlace determinante, que dé paso al siguiente y permita así el tránsito de la historia.

Cada uno de mis capítulos empaña con sus remanentes al siguiente, mezclándose, confundiéndose en una fusión de indeterminaciones, galimatías y fulguraciones rumiantes que desvían la atención del lector (y ni qué decir la del autor) hacia la indeterminación y el sueño inefable de la auténtica ingenuidad.

Mis capítulos acaban no teniendo una forma definida. Amorfos como son, encierran ideas magníficas de lo que pudo ser y lo que no debió ocurrir, de lo que se perdió o se debió, o de lo que se observó u obvió, con descripciones muy detalladas de la nada, y poco énfasis en el todo.

Espero que el lector de mi obra sepa disculparme estos ensayos infructuosos. Quizá del ensayo no quede tan sólo el cansancio.